Publicado en INVASION! 666 Junio 2003.

Desde los bestiarios medievales hasta las imágenes de Saddam Husein sodomizando a un Satanás amanerado y emocionalmente co-dependiente, existe cualquier cantidad imaginable de representaciones del Maligno y sus dominios, así como de los secuaces que se encargan de esparcir el mal en otros ámbitos, especialmente en la vida diaria de los corruptibles humanos.
Es a través de este imaginario de lo diabólico que podemos reconstruir lo que se ha concebido en diferentes momentos y lugares como la idea del Mal, y al unir estas ideas a un medio en el cualquier cosa es posible (el de las caricaturas), se obtienen resultados sorprendentes, divertidos en algunos casos, impresionantes en otros, que por presentarse bajo la apariencia de inofensivos productos “para niños” o por lo menos, “poco serios” ante los ojos de quienes poseen el “verdadero saber”, concentrado en academias, bibliotecas y museos, totalmente respetable y solemne.... casi tanto como superproducción de Walt Disney... pero eso lo veremos luego; por ahora hay que descender a las profundidades del Infierno, según lo vieron las dos tendencias más importantes de la animación norteamericana en la primera mitad del siglo XX* (Ojo: Si me refiero exclusivamente a la animación norteamericana de este periodo es por la numerosa cantidad de representaciones dedicadas al demonio, y particularmente al infierno (no olvidar a Pluto ante un tribunal de gatos, a los pasteles Devil Food, de las Sinfonías Tontas, y un largo etcétera).
RED HOT MAMMA: UNA CHICA, EL INFIERNO, Y UN POCO DE JAZZ
Sin duda una de las protagonistas más entrañables del mundo animado es la siempre sexy, siempre inocente Betty Boop; la chica de la gran cabeza, el minivestido y las formas voluptuosas, descendiente directa de las cantantes de vodevil de los años ’20, es una de las grandes creaciones de los estudios Fleischer, la efímera contraparte neoyorkina de los estudios Disney durante los primeros años de la animación norteamericana.
Las caricaturas de Betty Boop, hasta 1935, se centraban en situaciones y entornos poco apropiados para las chicas buenas de la época: se movía entre cabarets, tras bambalinas de las producciones de cine (todos sabemos como ese ambiente corrompe a las almas puras) o en entornos surreales dentro de su propia casa, e invariablemente era manoseada, perseguida o acosada por alguno de esos aprovechados que nunca faltan. Además, como era característico de las animaciones de los Fleischer, el movimiento de los personajes respondía al ritmo de la música que los acompañaba en sus aventuras, generalmente jazz; así, a pesar del poco movimiento y expresividad facial de Betty Boop, su cuerpo estaba en constante movimiento, balanceándose casi imperceptiblemente, si no bailando con naturalidad y suaves movimientos de brazos, piernas y caderas.
Así, no es de extrañar que tarde o temprano Betty Boop acabara en el mismísimo infierno, en la caricatura de 1934 Red Hot Mamma. La acción va como sigue: en una noche helada, Betty prende la chimenea y cierra todas las ventanas, de forma que las figuras en sus cuadros y fotos se derriten, dos pollos espontáneos que habían entrado al en el cuarto se rostizan, y la chimenea se convierte en la entrada a los dominios de Satán, hacia la que Betty se dirige para caer finalmente entre demonios y flamas. Betty canta y baila con ellos hasta que el Diablo la persigue, obviamente encantado por la pecaminosa figura de la chica, que desdeñosamente le da la espalda (Gives him a cold shoulder) causando que el Infierno se congele con este gesto. En este momento, Betty Boop se despierta en el cuarto con las ventanas abiertas, y se vuelve a dormir, calentándose ahora con cobijas...
Este retrato del infierno representa una de las actitudes hacia la faceta oscura de lo desconocido: la burla y el juego entre un imaginario con cientos de años de vida, y lo que resulta condenable en el momento histórico en que se hace cada manifestación. De forma significativa, el soundtrack del infierno es música sacada de los cabarets y bares no precisamente de ambiente familiar. Se sabe incluso que Dave Fleischer buscaba a los músicos y cantantes para sus caricaturas en las mismas giras nocturnas en las que pescaba “pollitas” no muy distintas a la inmortal chica boop-boop-a-doop. Por otra parte, la tenemos a ella, a la chica que va por el “mal camino” literal y conceptualmente, pues, además de dirigir físicamente sus pasos al infierno, no lleva el estilo de vida más recomendable que digamos. Era tan evidente lo poco apropiado de la vida de Betty Boop, que a partir de 1935, después del Hay’s Act, un decreto que censuró las actitudes sexualmente provocativas en las caricaturas, a Betty la mandaron a la cocina, le alargaron la falda hasta por encima de las rodillas, y dejó de bailar al infernal ritmo del jazz.

LA BELLA DURMIENTE y MALÉFICA:
LO INFERNAL EN UNA SUPERPRODUCCIÓN
En el otro lado del quehacer caricaturesco, y al otro lado de los EUA, encontramos a los estudios Disney, hogar de la primera criatura animada que se vendió como objeto de merchandising (sí, el empalagosamente bueno Mickey Mouse), y de las primeras superproducciones en el rubro de la animación. El primero en tantas cosas, Walt Disney fue el primero en usar Technicolor, en explotar la cámara multiplano para dar atmósfera a los escenarios, en tirar material de más para después elegir y editar…
En este ambiente de ebullición creativa, de cantidades impensables de talento humano que desfilaban por los estudios californianos, se generó otra imagen de los parajes infernales, que destaca por la fuerza de sus imágenes, inolvidables para cualquiera que las haya visto.

Como una de las superproducciones más entrañables de Disney tenemos La Bella Durmiente, de 1959, cuento clásico acerca de la historia de la princesa Aurora, bendecida al nacer con dones otorgados por sus hadas madrinas. Al haber olvidado invitar a Maléfica, el hada oscura, ésta se hace presente de todas formas en el bautizo de la niña y la maldice, condenándola a muerte tras pincharse con la aguja de una rueca, al cumplir dieciséis años. La tercera de las hadas madrinas cambia la maldición, pues no puede quitarla por lo poderosa que es Maléfica, así que el destino de Aurora será caer dormida hasta que la despierte “el primer beso de amor”. Como me imagino que ya saben la historia sólo hay que recordar las partes que nos interesan, como el castillo de Maléfica, su transformación en dragón y el paisaje de espinas que crea para detener al príncipe, sitio de la batalla final entre las fuerzas del bien y el mal.
Descendiente de la madrastra de Blancanieves (cuyos calabozos, prácticas de brujería, y actitud sentaron un gran precedente), Maléfica es una versión llevada al máximo de la mujer malvada de los cuentos. Se trata de uno de los, si no es que el personaje más atractivo de la película, a pesar de ser la antagonista de la rubia, bella y delicada princesa. Visualmente, es una mujer impresionante: su rostro anguloso, verde, y de una expresividad ilimitada, junto con su andar cadencioso, mucho más suntuoso que el de los miembros de la realeza, su vestuario negro, su indiscutible elegancia y su inquebrantable maldad, la hacen la mejor de los villanos y uno de los caracteres femeninos más memorables que alguna vez se vieron en una caricatura disneyana.
Además, tenemos los entornos en los que se desplaza esta encarnación de la maldad, capaz de llevar la oscuridad y la desolación a cualquier lugar en el que se aparece. El castillo de Maléfica es oscuro, masivo, iluminado en tonalidades verdosas en las que sus esbirros bailan en círculo, en grotescos aquelarres, mientras ella los contempla con una media sonrisa malévola, mientras disfruta con sus planes macabros.
2 comments:
donde encuentro un numero impreso de su fanzine???
visita mi fanzine, desde matamoros
http://fanzine-bang-bang.blogspot.com
Aburrido :p
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